lunes, 25 de mayo de 2009

LA CASA DEL TÍO PACO

Por empezar debo decir que la casa no es mía. Me la prestó el tío Paco, que con su característico sentido del humor, no tuvo mejor idea que suicidarse coquetamente en el jardín trasero de su residencia para averiguar por sí mismo, si hay vida o no, después de la muerte, hecho lo cual realizó un contrato de alquiler conmigo con vencimiento en la eternidad.
No me gusta la casa, le tengo franca antipatía.
No es por lo vieja y solitaria, no. Es una cuestión de piel entre ella y yo, porque presiento que la muy cretina no me quiere en su interior, tan instalada que estoy con mis libros, mi computadora y mi enorme gato mascota.
Al gato tampoco le gusta vivir aquí. Da vueltas casi todo el día y no encuentra ningún rincón cómodo similar al que estaba acostumbrado.
Paciencia. Ni el gato ni yo estamos en condiciones de pagar un alquiler por un domicilio que se pueda considerar decente.
Así que debemos acostumbrarnos, la casa y nosotros.
-¿En qué me metiste tío Paco? –pregunto sin esperar respuesta, pues si la hubiera, yo tendría que pedir asilo en el neuropsiquiátrico de la vuelta.
De todos modos la casa es bastante “especial”. De noche se escuchan crujir las puertas, el piso, qué sé yo; me despierto incómoda y luego me cuesta conciliar sueño nuevamente.
Por supuesto que no tengo miedo, la ignorancia no es mi fuerte. Pero puedo asegurar que a veces me levanto para ver si todo está en orden, y como una loca que habla sola, llamo al tío Paco para que vuelva a poner las cosas en su lugar.
El tío no me contesta, tal vez se esté riendo de mí a mandíbula batiente en el más allá, si es que en dicho lugar todavía tiene puesta la mandíbula.
En otras oportunidades, y sabe Dios que no miento, cuando de noche me levanté para tomar agua o ir al baño, una pequeña luz fluorescente voló vertiginosamente delante mío. Fue una fracción de segundos, tal es así que luego dudé de haberla visto, sólo lo corroboré luego de que me pasara varias veces.
Yo estoy convencida que es la contestación de Paco que llegó un poco tarde, como el correo, así que cuando me vuelve a suceder, me acuesto contenta de no haber hablado sola a pesar de que me ronda la idea del hospicio.
La casa me odia, lo sé, y está tratando de echarme.
¡Pobre de ella si cree que va a salirse con la suya! Soy más porfiada que mi tío y cuando más desaires me haga, más me voy a empeñar en quedarme.
Ayer por ejemplo, cuando estaba escribiendo uno de mis libros y la temperatura rondaba los seis grados Celsius, se le ocurrió abrir las ventanas de todas las habitaciones de par en par, con lo cual el viento frío desparramó mis papeles por doquier y el gato, asustado, me arañó el único tapizado sano que quedaba en los sillones del living.
-¡Tío Pacoooooooooo...! ¡Hacé algo, querés!-
Pero Paco era como la casa, de puro chistoso no me dio ni la hora.
Así que tuve que correr de habitación en habitación cerrando las malditas ventanas, que cuando yo me daba vuelta se volvían a abrir. Solucioné el problema poniendo a cada cual su traba, y la que no tenía, la aseguré con algún mueble.
Demás está contar otras travesuras de la casa salvo la última, la de esta mañana, que me dio la pauta de lo que estaba pasando.
Después del desayuno y siguiendo la rutina diaria, limpié a disgusto, para qué negarlo, este hogar impuesto por las circunstancias y luego decidí pasear un rato por el jardín trasero, justo allí donde mi buen tío Paco había decidido pasar por voluntad propia a la inmortalidad.
Y por parafrasear a Antonio Machado cuando decía aquél que habla solo, hablará con Dios un día..., me embarqué en desigual coloquio con mi tío, pero como él no podía contestarme, cualquiera que me hubiera escuchado podría haber pensado que estaba ensayando una obra de teatro.
Hasta que vaya uno a saber por qué designio divino, la enredadera que tanto cuidaba el tío, separó algunos sarmientos del muro de piedra donde se apoyaba y rozó mis cabellos con gentileza.
-¡Tenías razón tío! –le hablé al viento-. Ahora sé que estás vivo de alguna manera, tal vez no seas bajito y gordinflón como cuando estabas aquí –la enredadera se sacudió un poco-, pero seguís siendo tan cariñoso como siempre.
Con mis últimas palabras, se escucharon fuertes ruidos provenientes del interior de la casa. Corrí hacia la puerta de entrada y desde allí pude ver que, en un ataque de histeria, la casa hacía todo lo que sabía hacer a un mismo tiempo.
Cualquiera hubiera salido espantado, pero no yo. Precisamente descubrí por qué la casa no me quería: extrañaba a su dueño y no podía consentir que él se comunicara conmigo y no con ella.
Sí señor, la casa estaba celosa. Yo a su criterio, era una perfecta intrusa.
¿Cómo se le habla a una casa para convencerla de algo? Después de pensar esto me asumí como demente.
Pero como no tenía nada que perder, decidí ocuparme de ella en forma diferente a cómo lo estaba haciendo hasta entonces.
Encendí el DVD, coloqué un CD de León Gieco –se me ocurrió que a la casa le gustaría-, corrí algunos muebles de lugar incluido el almohadón del gato; coloqué un ramo de margaritas recién cortadas en un florero, sobre la mesa ratona del recibidor. Pulí concienzudamente los antiguos bronces y enceré aquellos deslucidos y abandonados pisos de madera.
Concluida la tarea me estiré sobre la cama para descansar un rato, sin ganas ya de intentar nada. En ese momento la casa me hubiera ganado la batalla de haberlo querido. Esperé ansiosa algún indicio fatídico. Pero no, ni un ruido, ni un crujido. Si hasta las ventanas, que eran las más susceptibles, hacían ondear plácidamente sus respectivas cortinas.
Había dado en la tecla. Lástima que no se me ocurrió antes, me hubiera evitado un montón de rabietas, claro que jamás me hubiera enterado que cada cosa tiene su alma.
-¡Chau tío Paco! Seguimos charlando otro día, porque a pesar del cansancio tengo que ir a rescatar al gato, que de puro espantado quedó colgado en la copa del árbol de mi vecina.

20 comentarios:

mari dijo...

JAJAJJAJAJJAJA, LILIANA,NO ME LO PUEDO CREER,ESTOY CON LA HISTORIA DE TU TIO PACO Y LOS CINCO SENTIDOS PEGADOS AL MONITOR,Y DE REPENTE JAJAJAJAJJ EL TIO JUAN QUE TENGO AQUI EN CASA(MI MARIDO) HA CERRADO LA PUERTA DEL BAÑO DE UN PORTAZO,DIOS SE ME HAN PUESTO LOS PELOS COMO ESCARPIAS JAJAJJJ,QUE SUSTO....

LILIANA,QUE BUENO,ME ENCANTA TU NUEVO BLOG ME LO PASARE GENIAL,ESTAS HISTORIAS SIEMPRE ME HAN GUSTADO MUCHO...¿SABES? ESTAS COSAS PASAN EN REALIDAD JAJAJJ.!!!!!

TE FELICITO,!!!!!GENIAL!!!!!

Liliana G. dijo...

¡Qué gusto que estés aquí Mari!
Ya veo que te has metido en la historia de lleno ¡No es para que te asustes! Jajaja En realidad es un tanto graciosa...
¡Gracias por inaugurar los comentarios con tanto fervor!
Un beso inmensooooo.

PATSY dijo...

Hola Lili, me encanta que finalmente te hayas decidido a publicar tus cuentos. Será un gusto pasar por aquí a leerlos.
Muchos cariños y ¡éxito!

Liliana G. dijo...

¡Muchas gracias Nirvana! Te doy la bienvenida a este nuevo rincón de lectura y espero que pases buenos momentos, amiga.
Es un placer tener una seguidora tan fiel.
Muchos besos, de todo corazón.

Charly T. dijo...

¿Qué tal amiga? Veo con agrado que estrenamos nueva casa...
Me encantó tu cuento, es la mar de agradable, deja una sensación de complacencia leerlo.
¡Felicidades!
Un abrazo.

Liliana G. dijo...

¡Qué gusto, Charly! Ésta, como la otra es tu casa, pasá y ponente cómodo, lo único que no puedo hacer es ofrecerte un café... Jajaja
Gracias y bienvenido, amigo. Espero que sea de tu agraco.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Liliana, un doble placer. Narrativa buena y tuya.

¡Qué más podemos pedir!

Un fuerte abrazo.

Javier Tissera dijo...

excelente relato... me alegra haber pasado unos minutos, estaré volviendo...
un abrazo

Liliana G. dijo...

¡Qué sorpresa encontrarte aquí Javier S. M.! ¡Gracias por el cumplido! Podemos ir pidiendo el café nomás... jajaja

Bienvenido y sigamos adelante.
Un besote.

Liliana G. dijo...

¡Muchas gracias Javier T.! Y a mí me alegra que hayas pasado, toda vez que vengas serás bienvenido.
Cariños.

Rosario Robredo dijo...

Seguro Liliana el tío Paco se marcha...precioso.
Te deje un regalito en mi blog si lo quieres te lo traes, yo te lo concedo con todo mi cariño!!!

Un besazo

≈♦ Mi Sentir ♦≈ dijo...

LILIANA QUE BELLO ESTA TU RINCON NUEVO Y ESTA HISTORIA GENIALLL , ME ENCANTO TU RINCON NUEVO ES TAN CALIDO COMO EL OTRO BESITOS AMIGA Y BUENAS NOCHES.

Liliana G. dijo...

Sí Charo, ya me instalé yo en la casa... jajaja
¡Bienvenida amiga! ¡Gracias por estar, por tus palabras y gracias por el premio que ha inaugurado la galería de este blog...!
Muchos besos.

Liliana G. dijo...

Estrellita ¡Encantada de que estés aquí! ¡Gracias! Yo creo que los rincones se hacen cálidos por la gente que los ocupa y no se puede negar que en mis blogs hay una maravilla de gente.
Besotes.

Marga Fuentes dijo...

AAAAAHHHHH, me encantó, Liliana. Me divertí como loca con tu historia del tío Paco. Genialmente escrita. Maravillosa, Liliana.
Felicitaciones.
Besos y abrazos,

Liliana G. dijo...

¡Qué lujo tu comentario Marga! ¡Bienvenida a este nuevo rinconcito!
¡Muchas gracias amorosa!
Un beso muy grande.

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Querida Liliana:
Este cuento me parece muy bueno. Me toca de cerca, porque aunque no lo creas, me he pasado la vida estudiando el mundo de los espiritus y a los espiritistas, y me ha tocado lidiar con casas encantadas.
He disfrutado mucho esta lectura. Besitos:
Tadeo

Liliana G. dijo...

¿En serio? Bueno, entonces sabrás a qué me refiero. Si bien es cierto que el cuento es una ficción y todas las manifestaciones que relato son ficticias, tiene una base real.
¡Lo tuyo es fascinante!
Me alegro muchísimo que te hayas identificado con este relato.
Un beso grande.

Preste Juan dijo...

¡Es curioso como, con distintos enfoques, hemos coincidido en un relato con casas con personalidad! Yo aún lucho con el mío, o quizás con la casa.
Aunque quizás no sea tan extraño. Las casas son reflejos de uno mismo, prolongaciones que como fantasmas nos sobreviven a veces mucho tiempo.
Me ha encantado esta historia. Volveré por aquí (de tarde en tarde, eso sí), pero con sumo gusto.
Un abrazo.

Liliana G. dijo...

Hola Juan, bienvenido. Mil perdones, recién te leo. Estoy tan sorprendida como vos de tal coincidencia. Estas cosas pasan efectivamente, también coincido con que las casas son parte de nosotros y que por consiguiente llevan mucho de nosotros o de quienes las han habitado antes que nosotros...
Me encantaría conocer tu historia al respecto ¿Está en tu blog? La buscaré.

Gracias por estar, no importa cuando, sino cuando quieras.

Un cariño.