sábado, 6 de junio de 2009

DE LA CRONICA DIARIA


A duras penas había conseguido que mi suegra firmara un poder para que yo cobrara la mísera pensión que percibía. Es que no me parecía justo que anduviera arrastrando su artrosis por las calles de Buenos Aires tratando de llegar al Banco, aunque ella entendía que este simple acto era un asalto a mano armada con toma de rehenes incluido. Por fin y con la desconfianza pintada en su cara aceptó rubricar el documento, no sin antes asegurase que volvería con el dinero del rescate cumpliendo fielmente las condiciones de la negociación.
Así que llegando que hubo el día de pago, me trasladé a la sucursal que correspondía con el flamante carnet de apoderada, último recibo, documento de la titular y el mío propio.
Sin sorpresa, me instalé última en la cola de los jubilados que desde temprano hacían guardia en la puerta del Banco y ahora al no haber más lugar donde continuarla, pues ya doblaba la esquina, se enroscaba sobre sí misma dando tres vueltas a la manzana.

Al cabo de dos horas apenas si se había adelantado un poco y como yo no estaba segura si me faltaba algún comprobante que me acreditara, me dispuse a entrar al Banco para hacer las averiguaciones del caso y no seguir esperando inútilmente.
De esta manera abandoné mi lugar, pero cuando trataba de acercarme a la puerta comenzaron a escucharse gritos y amenazas de parte de los abuelos que me conminaban imperiosamente a volver a la cola ya que creían, erróneamente, que estaba a punto de infiltrarme entre sus filas cual espía internacional para apoderarme del objetivo antes que ellos.

En vano intenté explicarles que yo no me quería colar.
Pero el descontento ya se había generalizado y quién más quién menos me agredía como podía.
Algunos me insultaban a viva voz:
-¡¡A la cola, caradura!!-.
-¡Tener el tupé de venir a colarse! ¡Vergüenza debería darle!-.
-¡Ya vas a llegar a vieja vos también y vas a saber lo que es que te pasen por encima!-.
Otros me codeaban sin miramientos tratando de alejarme de la puerta y haciéndome un piquete para evitar que entrara, incluso un viejito de bastón se las ingenió para hacerme caer mediante una hábil zancadilla mientras un alud de ancianos malhumorados se lanzaban contra mí pisoteándome, a tal punto que sólo la intervención de los policías que custodiaban el Banco logró impedir el linchamiento en curso y fui liberada.
De todos modos ni siquiera pude preguntar lo que necesitaba porque me vi impelida a regresar a mi lugar de origen bastante maltrecha y ciertamente asustada.
Pero ¡Oh, sorpresa!
A estas alturas “mi” lugar había sido rápidamente usurpado por otros jubilados que iban llegando y tomaban posiciones con un régimen de formación tan estricto, que no sólo tenían sus propios códigos sino también sus dirigentes elegidos por votación directa.
Busqué infructuosamente al último abuelo de la cola, pero me vi en la necesidad de preguntar para no pasar por otro episodio de agresión senil.
Los viejos me miraban con antipatía y hostilidad pero igualmente me indicaron dónde debía colocarme, disfrutando de antemano el hecho de que tuviera que dar dos vueltas más a aquella rosca humana.

Asegurándome de no volver a transgredir las normas establecidas, me quedé dura en el lugar para no incomodar a nadie, mientas un cotorreo infernal se alzaba en derredor y obraba en mí como un soporífero:
-...Cobro la mínima ¿cuánto quiere que cobre?...
-...y yo le dije al doctor que ese dolorcito no se me iba…
-...pero cuando hice los trámites para la pensión no…
-...en la radiografía se ve clarito, clarito…
-...esta cola de porquería que no se mueve. Seguro que los cajeros están tomando café…
Pasaron cuatro horas. La cola se movía lenta y pesadamente.
Algunos abuelos ya no se podían tener en pie y se sentaban o se recostaban sobre la vereda para descansar un rato antes de llegar a la meta tratando de no morir en el intento.
Otros habían llevado el almuerzo en táper multicolores.
Un poco más adelante alcancé a ver a dos camilleros que introducían en una ambulancia a una viejita desmayada porque no había podido soportar tanta burocracia.

Cuando al fin, exhausta, llegué a la ventanilla correspondiente y pasé la documentación por la abertura bajo el vidrio de la caja, el empleado efectivamente dejó la taza de café en un costado, se sacudió las migas de las galletitas que decoraban su corbata, y con cara de fastidio dijo:
-Certificado de Supervivencia de la titular por favor y el del servicio en la Legión Extranjera del cónyuge fallecido.-
Tan atónica quedé que no pude reaccionar con rapidez, tal es así que llamaron nuevamente a los policías de la puerta quienes me sacaron a la calle argumentando que mi lentitud dificultaba el normal flujo de jubilados que esperaba para cobrar.
No cobré y tampoco volví al Banco.
Mi suegra se encargó de cobrar su propia pensión y yo de pagarme el analista al que tuve que acudir después de estos acontecimientos.
Eso sí nadie me quita el mérito, a pesar de todo, de haberme graduado como Master en Cola de Jubilados tan sólo en un día.

24 comentarios:

Anónimo dijo...

felicitaciones por tu logro jaja!
Excelente relato, original y colorido!

Besitos y lindo fin de semana!

Liliana G. dijo...

Ni que lo digas, la burocracia es de temer. Jajaja
Gracias Fiamma.
Un beso grande y buen fin de semana.

mari dijo...

La burocracia es de temer,pero los viejitos armados con sus garrotas,son para darles de comer aparte....luego dicen de los jovenes,madre mia!!!!!

Besitos Lili...

PATSY dijo...

Y sí... la burocracia es un verdadero flagelo que hace que las personas saquen fuera toda la bronca acumulada por las demoras.
Pintaste la situación en forma genial, con sana ironía y con buen humor.
Cariños, Lili.

Liliana G. dijo...

Tenés razón Mari, pero no te olvides que es un cuento, aunque basado en una verdadera historia que aún quiero olvidar. Jajajaja
La paciencia no es mi fuerte y el tiempo vale oro, ya sea para mí o para los abuelos.
Gracias, amiga.
Muchos besos.

Liliana G. dijo...

Hola Nirvana, ésa es la única forma de afrontar ese flagelo, mofándonos de él. Caso contrario terminaremos internados... en un loquero.
Gracias por tu comentario.
Muchos cariños.

Anónimo dijo...

Cuando digo que no hay tema que te amedrente, no me equivoco. Este relato es prueba de ello. Maravilloso tu ingenio para mostrar una realidad odiosa con humor.
Cariños.
Marcos

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Y ¿así estamos Liliana?

Me suena mucho lo que cuentas, pero aquí es para todo, hasta para comprar el pan en verano.

Un abrazo.

Liliana G. dijo...

Gracias Marcos, es que lo cotidiano nos pone delante material como para escribir de por vida.
Y si no fuera con humor...
Un beso grande.

Liliana G. dijo...

Así estamos Javier, y tal parece que doña Burocracia tiene hermanas en todo el mundo para fastidiar a la gente.

Gracias por tu álogo.

Un fuerte abrazo.

princesa_ dijo...

Liliana ..así es, así son los ancianos y la burocracia.
Me quedo con los primeros (por supuesto) ya que al menos se presupone que actúan sin maldad.
Lo segundo, ya sin tanta risa, sigue existiendo y cada día más.
Un bello relato en el que has conseguido que al estampar un hecho cotidiano sin embargo..me sonría.
Como diría la frase tan manida..
"Ya llegarás a viejo"...

Esperemos que así sea.
Un beso, querida amiga. Te sigo siempre, aunque a veces la burocracia me atrape.

Charly T. dijo...

Verdad Lili que me parece ver la situación, tan bien la has narrado. A pesar de la ironía se palpita una realidad desesperante.
¿Quién no ha lidiado con la burocracia? ¿Quién no ha visto a los pobres abuelos lidiando con ella?
La tuya es una denuncia social plasmada desde el arte.
Muchos besos, amiga.

Liliana G. dijo...

¡Bienvenida Princesa! Es un gusto encontrarte aquí.
Sin lugar a dudas nos quedamos con los abuelos, eso no se discute, si los pobres son los más perjudicados por esa bruja que es la burocracia.

Gracias amiga, por compartir este ratito conmigo.
Un gran cariño.

Liliana G. dijo...

Claro que es una denuncia social, Charly, ésa es la idea. Cuando se ridiculiza una situación hasta estos extremos es porque se busca llamar la atención sobre algo que funciona mal o directamente no funciona.

Todos lidiamos con la burocracia y lo seguiremos haciendo desgraciadamente...

¡Muchas gracias Charly!
Un besote.

PALACIO DE PALABRAS dijo...

Hola estimada Liliana, decirte que nadie te mal interpretó, al revés, encantados de tener tu opinión abierta en la que también es tu casa... Respecto al cumplimiento forzoso de tener que ir a votar, es como decir, que uno debe ofrecerse voluntariamente forzoso a realizar algo, eso se llama dictadura encubierta o terrorismo de estado, no se puede obligar a nadie en una democracia ha hacer lo que crea conveniente... aunque insisto, no creo en la democracia, desde el mismo momento que ya no gobierna el sentido de un partido ni la idea, solo el principio legitimado de quién dice ganar la elecciones, personalizando el verdadero sentido político de una idea... hoy la democracia es la que algunos pretenden vendernos desde la ley que él mismo construye y no debemos dejar de olvidarnos que : "... Quién hace la Ley, también hace la Trampa...", Un saludo Liliana y como siempre gracias..

MAJECARMU dijo...

Dos realidades en el tiempo..
La que ocurría a nuestros ojos y la que soportaba tu paciencia interior..Sin duda, una prueba que te enfrenta a ti misma y has de elegir cómo tomarla..Lo mejor..comprender y sonreir con ironía..

Gracias por compartir esa sinceridad interior y la vivencia de los viejitos..Muy interesante.
Un abrazo muy fuerte.
M.Jesús

Linus dijo...

Muy bueno amiga, sólo con humor podemos superar este tipo de torturas, en vuestro país, en el mío y calculo que en todas partes del mundo.
Mi cariño de siempre, niña.

Liliana G. dijo...

Hola Ácrata, me siento complacida por tus palabras, amigo.
Comparto tu opinión y tu bronca. Aquí tenemos el mismo refrán apenitas modificado: "hecha la ley, hecha la trampa...", pero todos sabemos de qué se trata...
Gracias por tu visita y por compartir estas líneas conmigo.
Un cariño.

Liliana G. dijo...

Hola M. Jesús, creo que hay una sola realidad: la burocracia que nos golpea a todos. Y al haber una sola, no me siento confrontada conmigo misma, mi falta de paciencia en esa circunstancia fue la misma que debieron soportar los abuelos, que a fuerza de acudir al Banco una vez por mes, lograron sabiamente paliar la suya con argumentos y acciones mucho más consistentes que los míos.
Muchas gracias por tu comentario que siempre es bienvenido.
Un cariño muy grande,amiga.

Liliana G. dijo...

Así es Linus, mi premisa es ponerle humor a la vida, no importa lo difícil que sean las circunstancia que la aquejan. Es un sano ejercicio que morigera el pasar.
Un gran abrazo.

Unknown dijo...

querida y lejana amiga nose nada de ti no loentiendo no pasa por mi blog no contestas mis imeil si te e ofendido en algo dimelo,porque veo que me has borrado de los blogque sigues y siceramente te encuentro ha faltar abrazos
P D no me gustaria perder una buena amiga

Camilo dijo...

Tan fresco e inquietante como cierto.
Muy buen relato.
Saludos

Liliana G. dijo...

Estimada Eni, no sé quién sos, mil perdones por mi franqueza. Es la primera vez que te encuentro, nunca he borrado ningún blog y menos aún he dejado de responder un mail.
Me acabo de acercar a tu blog que nunca había visto y tampoco conozco tu dirección de mail.
Este blog es nuevo, no tiene ni un mes de abierto. En Bitácora de vuelo, mi otro blog, nunca te he visto.
Lo único que se me ocurre es que debe ser la "otra Liliana G." que he visto por ahí, pues no somos la misma persona, yo me he inscripto antes...
Por favor verificalo, porque yo sería incapaz de dejar tan sólo una amistad.
Un cariño.

Liliana G. dijo...

Muy cierto Camilo...
Gracias por tu visita, es un gusto.
Cariños.