miércoles, 15 de julio de 2009

EL TREN

Empujé con fuerza la pesada puerta de entrada. De madera, robusta y vieja, crujió de impotencia mientras me abría paso hacia el recibidor, fiel estampa del siglo pasado. Una atmósfera enrarecida por el paso del tiempo me envolvió como un presagio de penas. Edith respiró profundamente, esbozó una sonrisa deslucida y me tendió una mano delgada y fría que apenas rozó mis dedos. Era un gesto evidente de protocolo, nada más. Podía percibir el disgusto que le producía mi presencia. No puedo negar que a mí la mujer me desagradaba de igual modo, haciendo recíproco un sentimiento primigenio pero a la vez difícil de ocultar.

Después de tantos años de ausencia yo volvía a la casa para quedarme definitivamente en ella. Se habían apolillado los recuerdos entre vestidos brillantes y pomposas fiestas de sociedad que atenazaban mi infancia a un rito banal. Cuando tuve suficiente edad para manejar mi vida pude, al fin, poner distancia entre la frivolidad cotidiana que allí se manifestaba y los últimos resabios de mi adolescencia ávidos de sentimientos verdaderos.

Hasta que el destino, o yo misma, quién sabe, me empujó nuevamente hacia mi hogar primero justo cuando éste no albergaba más que fantasmas y aquella mujer, Edith, que otrora fuera la mano derecha de mi madre y que ahora paseaba su apergaminada figura por el recinto como si fuera suyo. A pesar de todo me apesadumbraba resquebrajar los sueños de la anciana y palpitaba con desasosiego su reacción cuando llegara el momento de decirle que tenía que abandonar “mi” casa. Si bien había quedado soltera, tenía una familia bastante numerosa compuesta por hermanos y sobrinos que en reiteradas oportunidades quisieron llevarla vivir con ellos. Edith siempre se había negado. Atrapada en su propio mundo de celofán veía pasar la vida, que se perdía a lo lejos, sin que siquiera intentara un gesto de entusiasmo por alcanzarla.

Y ahora llegaba yo, tontamente a destiempo, sin un centavo en el bolsillo como para poder mantenerla a mi servicio. Ella debía marcharse y así se lo hice saber. Aquél rostro enjuto apenas dejó entrever una ceja alzada a modo de perplejidad y con un ademán de disculpa subió a su habitación para preparar, según yo creía, su equipaje. Al cabo de un breve tiempo, demasiado breve, la vi descender las escaleras con su único vestido de calle, tratando de mantener la dignidad de su figura desgarbada. Entre sus manos apenas sostenía una carterita negra ajada y fuera de moda. Hubiera querido decirle algo, pero no pude. Se inclinó levemente ante mí a modo de despedida y girando rápidamente traspuso el umbral de la casa.

Caminé tras ella para cerrar la puerta y alcancé a ver cuando corría desesperadamente hacia aquel tren de la vida que hacía su última parada en el andén de mi casa. Con un postrer esfuerzo trepó al estribo de las ilusiones, levantando su mano derecha para saludarme con una sonrisa entre sus labios que jamás le habría adivinado, mientras el tren se ponía en marcha devorando los fantasmas del pasado y acortando las distancias del olvido.

30 comentarios:

Anónimo dijo...

holaa.! hace poco decidi crearme un blog e ir subiendo capitulos de la novela qe estoy escribiendo.! te agradeceria si pasas y me das tu opinion.! un beso, liindo blog.!

MAJECARMU dijo...

Muy buen relato,Liliana..!!
A veces hemos de retomar el pasado y limpiarlo,estructurarlo de nuevo para que sea presente siempre,nuevo y relucido..
..En el encontramos a alguien que se quedó atascado y necesita un empujón para vivir su futuro y madurar..!!

Enhorabuena por esa cadencia de tristeza tan bien llevada.
M.Jesús

Rosario Ruiz de Almodóvar Rivera dijo...

Precioso relato. ¡Que tristeza, pero qué valentía al empezar de nuevo!
Pero, subió al estribo de sus ilusiones... con una sonrisa, puede que soñara con una vida feliz..
Un abrazo Rosario

Charly T. dijo...

Los significados entre líneas son tan claros como el texto mismo. El no desperdiciar la última oportunidad de la vida para disfrutarla es el cierre perfecto del relato.

Muy bueno. Un gran beso Lili querida.

mari dijo...

TODOS EN ALGUN MOMENTO DE NUESTRAS VIDAS TENEMOS O TENDREMOS NUESTRA ULTIMA OPORTUNIDAD.

GENIAL LILI!!!!!

Marcos dijo...

Lo bueno sería que no esperáramos hasta último momento para alcanzar el tren... pero mientras alguna vez lo alcancemos tendremos el futuro asegurado.

Una vez más, la metáfora que utilizás tiene la fuerza del descubrimiento.

Me gustó mucho.

Besos, Lili.

Liliana G. dijo...

M!KAA, he visitado tu blog pero no encontré la novela que mencionás...

Gracias y un beso.

¡Adelante!

Liliana G. dijo...

Así es M. Jesús, lo que pretendo es hacer ver que a veces la indecisión, la falsa comodidad, la dejadez... nos hacen perder oportunidades valiosas. Y sí, a veces un buen empujón dado a tiempo, pone en marcha la vida.

Gracias amiga. Un beso grande.

Liliana G. dijo...

Sería perfectamente lógico Rosario, que Edith finalmente sonriera si deja tras de sí la tristeza de una vida hueca.

Un cariño grande y gracias por tus palabras.

Liliana G. dijo...

Gracias Charly, muchas veces las metáforas dulcifican las acciones más frías, más cortantes y más difíciles de digerir.
Me encanta que así lo hayas interpretado.

Un abrazo de oso.

Liliana G. dijo...

Tendremos nuestra oportunidad cada vez que queramos encontrarla Marita, no hay que olvidarse que el que no busca, tampoco encuentra.

¡Gracias reina! Un besazo.

Liliana G. dijo...

Sería bueno Marcos, no lo dudes. Pero ya que hay tanta indecisión en algunas personas, acercarles esta última oportunidad de alcanzar la felicidad es todo un logro.

Muchas gracias amigo.

Un beso grande.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

El final es muy bueno, y muy tuyo. Me ha gustado Liliana, pero me quedo con:

"Era un gesto evidente de protocolo".

Verso genial.

Un fuerte abrazo.

Maga h dijo...

Me gustó mucho!
El mismo destino o vos, que te hicieron llegar a esa casa, me dirijo a la protagonista, es el mismo destino o ella, que la hicieron subir al tren, que de seguro y a vista de lo que describe el cuento, era la última vez que pasaba.

Mi abrazo

Magah

Vergónides de Coock dijo...

Disculpa mi ignorancia, pero mi vocabulario es más procaz y no tan culto como el tuyo, usa palabras más sencillas. Suerte

PATSY dijo...

Una historia dentro de otra que se va diluyendo hasta casi desaparecer...
Deja mucho para pensar en cuándo sería la última oportunidad de una persona y cuánto pesan los demás en las decisiones propias.

Muy bueno.

Muchos cariños, Lili.

princesa_ dijo...

Precioso relato Lili, como casi todos los tuyos. Hoy..se me encogía por momentos todo al leerlo pero a la vez me gustó esa reacción tuya (la esperada)...y esa sonrisa en el vagón aunque fuera entre dientes.
Si esa persona se hubiera detenido a mirarte más fijamente no te habría dejado una sonrisa, te habría dejado montones.Alguien como tú es lo que merece..y
por eso tu princesa_
hoy te dedica su sonrisa y su amor.
Ya sabes donde estoy.
Sé felíz Lili...te lo mereces.

Liliana G. dijo...

Sabés que no me puedo sustraer al remate poético y esperanzado, tenés razón, muy mío.

"Era un gesto evidente de protocolo", es la parte que le da sustento a la historia, la parte escrita con los pies en la tierra.

Gracias Javier. Un fuerzte abrazo

Liliana G. dijo...

Muchas veces es la casualidad o la necesidad las que nos llama a reflexionar sobre qué hacer con la vida que estamos dejando pasar. El cuento es una metáfora pero se sustenta en una realidad.

Gracias Magah, un beso muy grande.

Liliana G. dijo...

Hola Basurero Usurero, no creo que mi lenguaje sea tan culto ni que vos seas ignorante, creo que no me comprendés porque sos un joven con toda la fuerza de su juventud y de su transgresión.
Yo sí te comprendo, amigo.
Gracias por tu augurio, ya tengo suerte, me has leído.

Un cariño grande.

Liliana G. dijo...

Nirvana, la historia principal es sólo en andamiaje que mantiene en pie el verdadero tema de la verdadera historia. La protagonista es Edith, con todas sus incertidumbres.

Gracias, amiga.

Besos.

Liliana G. dijo...

¡Qué bonitas palabras Princesa! Sos todo calidez...
Aunque el cuento esté en primera persona, no soy yo la protagonista. No he nacido en cuna de oro ni mucho menos, pero me pareció que de esta forma podía darle vida a la criada, además de darle una oportunidad única en su ajada vida.

Gracias de todo corazón por tu sonrisa y por tu amor.

Un beso inmenso, Princesa.

Linus dijo...

Oportunidades hay de sobra, habría que saber los horarios del tren de la vida para no perderlo...

Eres buena, te lo he dicho y te lo volveré a decir, que no me cansaré de ello.

Besos, mi reina.

Liliana G. dijo...

Creo que cada uno debe darse cuenta por sí mismo de cuáles son los horarios del tren, Linus. Cuando se es joven, la frecuencia horaria es casi permanente, pero a medida que uno va madurando esta frecuencia ralea cada vez más, por eso no hay que esperar el último.

Muchas gracias amigo.

Cariños.

Anónimo dijo...

Nunca es tarde para dejar el pasado atrás y comenzar de nuevo, aunque la carga de lo que pasó a veces sea pesada, el onjetivo de continuar da las fuerzas necesarias para seguir.

Muy buen relato querida!

Besitos

Liliana G. dijo...

Verdaderamente es así Fiamma, centrarse en el objetivo es llegar a la meta, no importa cuánto se tarde o qué se pierda en el camino.

Muchas gracias, amiga.

Besos.

Emma Núñez dijo...

Con aquella sonrisa quizá estuviera dando las gracias por "obligarla" a subir a su tren, nunca es tarde.
Besote Liliana.

Liliana G. dijo...

Es verdad Emma, hay personas que necesitan de ese empujoncito para ayudarlas a emprender el viaje. Estoy con vos, nunca es tarde...

Un besazo amiga.

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Tu relato corre como el agua de un arroyo que produce una especial sensación de murmullo, de frescura...eres muy buena en tus relatos...enhorabuena desde azpeitia

Liliana G. dijo...

Muchas gracias azeitía, es un gran gusto saber que mi relato puede producir esa sensación.

Un cariño grande.