lunes, 28 de junio de 2010

SORPRESA


No dije que lo sabía. Lo inverosímil es que nunca lo hubiera adivinado, y si la realidad no me hubiera incluido en este juego, aún seguiría sin saberlo.

¡Vaya enredo! Yo diciéndote que sabía que la vecina del cuarto piso le ponía los cuernos a su marido, y hoy me vengo a enterar de que eras tú quien me los ponías con ella.

La vida te da sorpresas. Ahora es tiempo de que seas el sorprendido. Sólo escucha…

lunes, 21 de junio de 2010

EL OTRO DÍA

Por cierto, ¿hoy es domingo? -Preguntó ansioso-. Hacía casi un mes que no salía de su casa, el terror lo paralizaba hasta tal punto que había renunciado a su trabajo, sólo por no caminar hasta la parada del autobús.

Gruesas gotas de sudor corrían por su frente al escuchar el más mínimo ruido proveniente de la calle. Salvo los lunes, el resto de los días se daba el permiso de mirar a través de la ventana del apartamento, esa era su única distracción. No estaba tranquilo, pero sabía que difícilmente se animarían a romper su palabra.

Ahora, atisbaba el exterior a través de una pequeña hendija, la suficiente como para no ser observado desde ningún ángulo. O eso creía.

Su mujer llevaba la cuenta de los días transcurridos, sabían que todo se desencadenaría un lunes, pero ignoraban cuál y esto les consumía a ambos. Tachó el sábado en un calendario que había improvisado sobre un papel sucio. Luego dudó. ¿Ayer había tachado el día? Lo supo cuando una bala dio en medio de los ojos del hombre. Era lunes. Se había equivocado…

domingo, 13 de junio de 2010

RÉQUIEM PARA UNA SOLEDAD

La cena se enfriaba sobre la mesa y las velas se consumían sin piedad. Ella, con la mirada perdida a través de la ventana, donde la noche cegaba las ilusiones, trató de desembarazarse del fantasma de la soledad. Pero este se había hecho presente, aprovechando otra ausencia de Carlos.

Una lágrima, sólo una, rodó por su mejilla con la ilusa pretensión de alcanzar el mar. Por fin, se convenció de que él no llegaría. Esta vez, la decisión no se hizo esperar.

Abrió parsimoniosamente el frasco de sedantes, lo vació en la palma de su mano, e hizo el ademán de llevárselos a la boca. En ese preciso momento, sonó el timbre del apartamento. No era Carlos, pero tampoco era la soledad.

lunes, 7 de junio de 2010

ÁLVARO Y YO


La cabaña es íntima, acogedora, invita a perderse entre los vericuetos del placer. Y nos perdemos, así, sin más prolegómenos que la pasión que nos consume, como una hoguera fuera de control donde no nos importa morir abrasados.

Álvaro apaga los móviles, dejándolos caer sobre la alfombra. Me toma por la espalda mordiéndome suavemente el cuello, sabe que este juego me enardece hasta los límites de la desesperación. Me doy la vuelta y lo beso apasionadamente enredando mi lengua a la suya, dentro de su boca, al tiempo que le desabrocho la camisa, el pantalón y el alma…

Las manos de él se escapan bajo mi falda perdiéndose entre mi sexo, lo recorren, se detienen de improviso, intentan hacer noche en su tibieza. Me entrego sin reservas, incapaz de contenerme, simplemente porque no quiero. Todo se acelera, los movimientos, los gemidos, el sudor que barre nuestra desnudez reflejando su brillo sobre la piel.

Cuando la excitación puede más que el juego mismo, el placer estalla entre nuestras piernas y el doble orgasmo rasga la noche, mientras, aferrada a su cintura, acabo la carrera junto a él, tocando el cielo hasta donde he llegado y descendiendo hasta el infierno de nuestra lujuria. Los leños de la chimenea se quedan envidiando nuestras propias llamas que hoy son inmensas, eternas y sin retornos.

jueves, 3 de junio de 2010

LAS MÁSCARAS


La cena se enfriaba en la mesa, la noticia que había sacudido a los comensales, también les había quitado el apetito. La Bolsa caía por efecto de la crisis, y el respaldo económico de aquellos poderosos hombres, se tambaleaba sin remedio. El exquisito aroma de los manjares parecía una bofetada a esa dignidad de pacotilla.

¿Dónde había quedado el gesto de soberbia que hasta hace unas horas adornaban aquellos rostros? Parecía que en el plato de porcelana china con bordes de oro. Pero no, cada gesto moría dentro de cada hombre. Las máscaras nunca caen.