miércoles, 26 de octubre de 2011
EL MESÍAS - Un microrrelato de Salvador Robles
Soñó que el Mesías por fin había llegado. No era un ser, era un estado. El Mesías era la paz en el mundo.
Del libro "Mirar es encontrar", de Salvador Robles
Colección "SER MÁS" - Ed. MAD - (2006)
lunes, 17 de octubre de 2011
EN BUSCA DEL HORIZONTE
Cuando el avión levantó vuelo pensó que estaba alcanzando la utopía tan ansiada, la misma que se perfilaba en el otro vuelo, en el de su imaginación, cuando intentaba viajar a través de ella hacia la tierra de sus mayores, allí donde sus raíces habían hecho de la semilla, cien árboles.
Se sintió el pasajero de sus propios sueños y no pudo evitar que un nudo le oprimiera la garganta ni que una lágrima le nublara la visión. Pero, recomponiéndose, comprendió que necesitaba estar mejor que nunca para abrazar, junto a su familia, la historia de aquel equipaje de vida que llevaba prendido a su alma de niño.
Y allí estaba ahora, con el océano debajo de aquellas alas, las del avión o las suyas, eso no importaba, cualquiera de las alas que lo llevara a su destino serían las adecuadas.
Se sintió el pasajero de sus propios sueños y no pudo evitar que un nudo le oprimiera la garganta ni que una lágrima le nublara la visión. Pero, recomponiéndose, comprendió que necesitaba estar mejor que nunca para abrazar, junto a su familia, la historia de aquel equipaje de vida que llevaba prendido a su alma de niño.
Y allí estaba ahora, con el océano debajo de aquellas alas, las del avión o las suyas, eso no importaba, cualquiera de las alas que lo llevara a su destino serían las adecuadas.
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Microrrelato - Premio "El Escritor Errante"
sábado, 8 de octubre de 2011
SECRETO NOCTURNO
Cada noche, cuando todos dormían, la muchacha salía a hurtadillas de su casa y caminaba sobre un rayo de luna hasta perderse detrás del horizonte, justo allí donde nacen las estrellas.
Aquella vez, Álvaro la descubrió mientras trataba de ahuyentar su insomnio sentado en la vieja mecedora del porche, la misma que aún guardaba el recuerdo de su abuela. Le llamó la atención la inusual hora que había elegido para dar un paseo, pero se abstuvo de imaginar posibilidades, pues no quería dolerse pensando lo que no era.
Sin embargo, la siguiente noche lo encontró sumido entre la ansiedad y el desconsuelo, por lo que se propuso seguir a la joven para ver adónde se dirigía. No debió esperar demasiado, con la última campanada de medianoche, Alba –tal era su nombre– emprendió camino, y Álvaro, furtivo, la siguió de cerca.
Caminaron y caminaron hasta que ella se detuvo frente al pórtico de un predio rebosante de rosas color té. En el instante en que Alba entró en aquellos jardines secretos, Álvaro la vio tal cual era: un rayo de sol entibiándole las entrañas.
Aquella vez, Álvaro la descubrió mientras trataba de ahuyentar su insomnio sentado en la vieja mecedora del porche, la misma que aún guardaba el recuerdo de su abuela. Le llamó la atención la inusual hora que había elegido para dar un paseo, pero se abstuvo de imaginar posibilidades, pues no quería dolerse pensando lo que no era.
Sin embargo, la siguiente noche lo encontró sumido entre la ansiedad y el desconsuelo, por lo que se propuso seguir a la joven para ver adónde se dirigía. No debió esperar demasiado, con la última campanada de medianoche, Alba –tal era su nombre– emprendió camino, y Álvaro, furtivo, la siguió de cerca.
Caminaron y caminaron hasta que ella se detuvo frente al pórtico de un predio rebosante de rosas color té. En el instante en que Alba entró en aquellos jardines secretos, Álvaro la vio tal cual era: un rayo de sol entibiándole las entrañas.
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