lunes, 30 de noviembre de 2009

UNA VOZ EN LA NOCHE

Era casi la medianoche, Cristina estaba tras el escritorio verde, delante tenía dos teléfonos negros, y uno blanco a su izquierda. La lámpara alumbraba solamente su entorno, un poco más allá las sombras de la noche y el silencio de la nada eran fantasmas que ya no la asustaban. Mientras no sonara el teléfono llenaba fichas y planillas, de vez en cuando se tomaba un descanso para ir hasta la cocina a prepararse un té. La guardia nocturna era dura, pero en su corazón resultaba querible, acogedora y cómplice. A decir verdad eran pocos los que tomaban esta franja horaria, ella era consciente que sus compañeros la trataban de evitar, y justamente por eso, se sentía complacida de haberla aceptado.
El sonido del teléfono blanco la sobresaltó. Levantó el tubo con celeridad:

-Buenas noches, en qué puedo ayudarle. –Dijo con vos suave y tranquila. Del otro lado sólo se escuchaba un llanto desesperado, visceral, incontenible. Cristina esperó unos segundos pacientemente-. Todo mi tiempo es tuyo, tratá de tranquilizarte para que me puedas contar qué es lo que te pasa. –No sabía si era una persona mayor, o joven, tampoco interesaba, el tuteo tendía a acercar a la persona, a contenerla.

-No estás sola, estoy con vos, acompañándote en tu dolor… -Continuó. Del otro lado, el sollozo había cedido y en su lugar se escuchaba un suspiro lánguido y penoso.

-No aguanto más, quiero terminar con todo, -dijo con un hilo de voz aquella mujer desconocida-, mi vida es un desastre…

-¿Cómo te llamás? –Preguntó Cristina.

-Alejandra… pero eso no importa, ya no me importa nada… estoy decidida a matarme, tengo un revólver en la mano. –Cristina estaba esperando esta frase, la de siempre, la de la persona en crisis, la frase que la convocaba a ella como a una diosa pagana.

-Si ya estás decidida a hacerlo, te pido que charlemos un rato, no tenés nada que perder ¿te parece? –Del otro lado de la línea presintió el desconcierto, ¿no debían decirle acaso que era una locura, que no hiciera ese disparate? Cristina captó la duda de su interlocutora y aprovechó la circunstancia-. Te propongo lo siguiente, guardá el arma mientras charlamos, de otro modo te voy a tener que cortar… Te puedo acompañar en tu dolor, pero no te puedo acompañar en tu muerte…

Hubo un acceso de llanto primero, silencio después y enseguida un casi inaudible –Está bien, ya voy, pero por favor, no me cortés-.

Allí se presentó el segundo round que Cristina debía ganar, el decisivo, el que salvaría una vida o el que la dejaría escapar sin remedio. No tenía miedo, ni angustia, tenía la serenidad de saber que hacía todo lo que podía, no sabía si era suficiente, pero era todo lo que podía. Alejandra escuchó en silencio el monólogo que Cristina le ofrecía con el énfasis del amor, de la entrega… Allí tocaba las fibras más íntimas de ese ser desesperado como quien arranca una melodía majestuosa a un piano imaginario, más acá, hacía silbar el viento de la esperanza donde pronunciar esta palabra era casi una utopía. La atmósfera se perfumó con el aroma de la Vida cuando Alejandra comenzó a asentir, primero tímidamente, luego con el ánimo confortado.

Al colgar el teléfono, una hora después, Cristina no supo nunca qué había hecho Alejandra, sólo lo presentía. Alejandra no supo nunca que Cristina llevaba ese nombre y que le había salvado la vida a cambio de la inmensa satisfacción del deber cumplido… y que eso era lo único que iba a recibir, lo único y más valioso que alguien puede recibir…

Gracias a vos, sigo viva. Cristina era voluntaria en un centro de ayuda a personas en crisis, ésa era su paga, fabulosa.

lunes, 23 de noviembre de 2009

ENCUENTRO

La noche cómplice acalló sus pasos que se durmieron entre un colchón de hojas. La luna le prestó la luz y la magia, la brisa lo acarició como una amante rodeándolo con sus manos ávidas de encantos.

Finalmente, el hombre se detuvo a un costado del sendero y esperó pacientemente hasta que una silueta de mujer llegó, como una estrella fugaz, a su encuentro.

Cuando la lírica de su amor clamó por besos, la luz se convirtió en fuego y consumió al hombre en un mar de deseos. Dos se hicieron uno, bajo la luna de enero.

lunes, 16 de noviembre de 2009

LAS DEUDAS DEL PASADO - Salvador Robles Miras


Se detuvo a contemplar el camino recorrido, y, después de otear el horizonte, cuando quiso reanudar la marcha, le fue imposible levantar los pies del suelo; el ayer le había dado alcance. El futuro y el presente habían sido engullidos por un pasado repleto de cuentas pendientes. Y el hombre no podía saldarlas. El capital de su vida había sido invertido en un pasado que apenas producía dividendos. ¿Qué hacer? A la derecha, discurría el río, impetuoso tras las intensas lluvias caídas en la región. Un salto por encima de la baranda, y adiós deudas. Pero no se atrevió o, para ser más preciso, no quiso atreverse. En el último instante, en un ramalazo de dignidad, el hombre, sosteniendo la mirada deudora del pasado, se dispuso a pagar con creces todo lo que debía. Y, en ese momento, como por arte de gracia, el presente y el futuro insuflaron vida a su vida. Y dio un paso hacia delante.

lunes, 9 de noviembre de 2009

CAPÍTULO VIII: ROMANCE DE ISOLDA A DON ALFONSO


Así don Alfonso, mi señor, que me hubisteis amado
sobre el lecho impoluto de virgen en un tiempo robado,
junto a la castidad perdida, tesoro que os he entregado
por el amor que os profeso y por el amor
que os he dado.

¡Válgame Dios, Señor, que mi alma habéis mudado!
¡Válgame el Cielo que con su sol nos ha alumbrado!
Que si morir debiera en este día templado
moriría feliz en vuestros brazos por haberme entregado
a caballero que en su gloria mi corazón ha atrapado
mensajero de la mía gloria que en ella, gozosa,
me habéis dejado.

No conocí hombre que en mi morada hubiera entrado
ni lides en amores que conociera mi pobre enfado,
más don Alfonso, Rey de mi alma, os habéis quedado
con mi corazón sediento de amor que espera
cual un tornado

vuestros besos y vuestras caricias… ¡Mi bienamado!
Las intrigas que se urden detrás de los cortinados
no son sino fantasmas volviendo del impío pasado,
no son más que un trago de viejo vino agriado
en boca del infante infame que yo he despreciado.
Ahora que la vida es vuestra espada y mi cayado,
ahora que mis sueños fueron por bien soñados
y en la boca del deseo han quedado aprisionados,
ahora he dejado de ser doncella sólo para ser luna
en vuestro cielo estrellado.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

VIDA


Necesitó escuchar el canto de los pájaros para saberse libre. Y sentir el viento en el rostro, para sentirse ave.

Necesitó ser libre como las aves, para sentirse vivo. Y una vez que se sintió vivo, necesitó amar para seguir siéndolo.